¿Cuándo es necesario acudir a un psicólogo?

Los datos nos dicen que los servicios privados de psicología, en líneas generales, son requeridos tan solo por una pequeña élite de ciudadanos (las cifras varían entre el 2% y el 4%). Lo habitual es que el individuo espere a que el problema que ha empezado a florecer en su psique, ya sea por causas individuales, familiares, laborales o sociales, crezca y se cronifique hasta expresarse con una florida sintomatología clínica.

De una manera u otra, todos hemos sido testigos de como la adaptación a nuevos entornos y situaciones _ya sea en nuestros vecinos, amigos, familiares o nosotros mismos_ genera estrés e inestabilidad emocional pasajera (en el mejor de los casos), cuando no trastornos del estado de ánimo, trastornos de personalidad y un largo etc clasificado meticulosamente en el DSM (en la peor de las circunstancias), que además conllevan consecuencias muy desagradables no solo para el afectado sino también para su entorno.

Se calcula que en las consultas de atención primaria, hasta el 33% de los servicios requeridos no tiene que ver con patologías de etiología fisiológica, sino con problemas psicológicos, que si bien en algunas ocasiones no han llegado a presentar una gravedad clínica severa, llegarán a presentarla si no se interviene correctamente.

¿Qué puede hacer el médico de cabecera? Pues nada que sea realmente efectivo. Los recursos no pasan de la prescripción de ansiolíticos y antidepresivos, que solo mitigan síntomas específicos, pero con efectos secundarios como la adicción o incluso _sobre todo cuando hablamos de los antidepresivos_ con un posible agravamiento a medio y largo plazo de la sintomatología inicial.

Para cubrir estas necesidades sociales, a día de hoy nos encontramos con que las plazas de Psicólogos Clínicos, así como la adhesión al programa de Psicólogo Interno Residente (PIR) son más que insuficientes, por no decir absolutamente irrisorias. De hecho, es tal la saturación del servicio que el psicólogo puede verse obligado a violar el código deontológico, prestando una atención de baja calidad, sin el seguimiento adecuado que marcan las principales guías de intervención en patología clínica.

En paralelo tenemos al sector privado, con tarifas que son inaccesibles para economías débiles. En este sector, la especialización clínica también ha sufrido un duro recorte por parte de las administraciones públicas. Un master habilitante para el ejercicio sanitario no solo tiene un precio desorbitado, inaccesible para muchos profesionales que se han currado duramente su mención clínica y el resto de formación complementaria, sino que además apenas se dispone de plazas en las Universidades que lo imparten. El ejemplo de Extremadura es muy gráfico; una plaza para Badajoz y otra para Cáceres. Sí, no han leído mal; dos plazas año para una población de un millón de habitantes.

Con esta perspectiva, la psicología sigue siendo la gran olvidada del sistema de salud pública, a pesar de que los problemas en los entornos sociales, laborales, familiares e individuales crecen de manera exponencial.

Así que a la pregunta de ¿cuándo es necesario visitar a un psicólogo? Pues lo deseable sería que usted no esperara a tener una patología seria que le genere un malestar incapacitante, sino que busque ayuda profesional, dentro de la amplia gama de corrientes (social, laboral, familiar, clínica…) si percibe que no tiene herramientas para afrontar nuevos escenarios vitales. El problema aquí, por tanto, no es la respuesta a la primera pregunta, sino a otra mucho más cruda, que sería; dadas sus circunstancias personales de recursos económicos ¿podrá acceder a un buen servicio de psicología, o por el contrario seguirá vetado para la mayor parte de la población?

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