Los peligrosos Antidepresivos ISRS

En la actualidad, cualquier manifestación de desajuste emocional se traduce en un diagnóstico clínico que cataloga al individuo como trastornado o enfermo. En su defecto, si el servicio de psicología del hospital público está saturado (o sea, siempre) el médico de cabecera le suministrará una serie de fármacos que, en la mayoría de los casos, está contraindicado.

Los antidepresivos figuran entre los más peligrosos. Y es que ya no precisan distinguir entre tristeza y depresión, entre intolerancia a la incertidumbre y trastorno generalizado de ansiedad, entre ideas intrusivas pasajeras y trastorno obsesivo compulsivo, entre angustia existencial y estrés post traumático… La criba es tan gorda que cualquier humano que se presente en los servicios públicos de salud aquejado por sensaciones emocionales que le desconciertan puede terminar bajo el yugo de una medicación de la que es muy difícil escapar.

¿A cuántas personas conocen ustedes que consuman los famosos ISRS? Todas las familias tienen a uno o más miembros con la SERTRALINA o el CITALOPRAM, o ESCITALOPRAM, o FLUOXETINA, o PAROXETINA en el cajón de su mesilla de noche, además de alguna que otra bezodiazepina para conciliar el sueño o disminuir la inquietud permanente que le aflige.

La toma indiscriminada de estos medicamentos puede tener muy graves consecuencias. Entre los efectos de carácter social está el etiquetado que sufre el individuo como enfermo, como persona trastornada, poseedor a partir de ese momento de una mente que no funciona bien, que no se adapta al medio. Eso, por sí solo, ya es bastante destructivo. Pero hay más: los efectos fisiológicos pueden ser devastadores a largo plazo (este tema merece un artículo entero). Y aún cuando el consumidor del fármaco decide dejarlo, tendrá que enfrentarse a las garras del síndrome de abstinencia.

El Instituto Nacional de Excelencia Clínica del Reino Unido es una de las instituciones de salud mental más prestigiosas del mundo. Recientemente han reconocido que, al contrario de lo que se venía manteniendo hasta ahora sobre el carácter leve de los síntomas generados poco después del abandono de los antidepresivos, éstos reportarían mucha más gravedad, contribuyendo a la toma discontinua o a la perpetuación del tratamiento.

Entre los datos obtenidos se ha reportado que:

El 55% de los pacientes experimentaron síntomas de abstinencia por más de 2 semanas.

El 40% por más de 6 semanas.

El 25% por más de 12 semanas.

De todas las personas que experimentan síndrome de abstinencia, el 46% los describe como graves.

Los síntomas pueden ser:

Debilidad, cansancio, dolor de cabeza.

Inquietud, problemas para dormir, sueños vívidos, pesadillas.

Inestabilidad y vértigos limitantes o incluso incapacitantes.

Transpiración de la piel, rigidez muscular, espasmos, rigidez, entumecimiento facial.

Síntomas abdominales y gastrointestinales (vómitos, diarreas, reflujo).

Sensaciones alteradas a nivel cutáneo, como creer que estás sufriendo descargas eléctricas en la cabeza, etc.

Cambios visuales, visión borrosa.

Irritabilidad, agresividad, episodios de ira, ansiedad, confusión, ideación suicida, pánico, depresión.

Hipersensibilidad genital, eyaculación precoz.

Alucinaciones psicóticas, visuales y auditivas.

Disminución de la concentración, amnesia, confusión cognitiva.

Como ven todo un compendio de magníficas consecuencias que, de haberse prescrito el fármaco solo en los casos en los que era estrictamente necesario, la gran mayoría de los que hoy toman ISRS podrían ahorrase lo que se les viene encima.

La obsesión por patologizar la conducta humana alterada no emerge de la psicología general, sino de una nueva especialización que se creó alrededor de la psiquiatría con el nombre de Psicología Clínica.

Si bien es cierto que existen rangos de malestar y alteración psicológica que pueden definirse como patológicos, la mayor parte de las alteraciones de índole emocional son reacciones normales a ambientes cambiantes o para los que no estamos preparados. Nos desconciertan, eso sí. Y a veces nos resultan realmente molestas, e incluso limitantes. Pero eso no implica que usted esté enfermo y se le tenga que tratar como tal. La psicoeducación o la aplicación de estrategias básicas de aprendizaje serían suficientes para solventar los casos más típicos de problemas de conducta o cognitivos. Pero, al parecer, diversos grupos de presión están muy interesados en convertir a la mayoría de la población en trastornados mentales a base de incrustarles etiquetas diagnósticas especificadas sobre una serie de rangos de comportamiento que se sustentan en una alta dosis de subjetividad interpretativa.

Los servicios públicos de salud han decidido formar a sus empleados en los paradigmas clínicos de la psicología, que curiosamente van abandonando todos los científicos del mundo desarrollado. En España se margina al psicólogo general, formado a través de otras perspectivas, limitando su acceso a la aplicación profesional de los conocimientos en favor de una metodología (la clínica basada en los criterios diagnósticos DSM o CIE) que está mostrando, cada vez con más evidencia, una bajísima eficacia.

Si además aderezamos todo esto con la condescendencia de la medicina general, que suministra fármacos sin esperar ni tan siquiera al diagnóstico de sus compañeros psicólogos, es cuando nos encontramos con verdaderas chapuzas en la intervención.

Hay alternativas. La Psicología está salpicada con otras muchas escuelas que ofrecen formas de tratar los desajustes emocionales que no son achacables a un origen fisiológico, o que no están incluidos en un rango patológico. De hecho, la línea que separa lo normal de lo trastornado es difusa. Incluso podría decirse que la escribe el propio individuo a través de sus percepciones e interpretaciones en interrelación con el medio.

Antes de decidirse por tomar medicación, solicite una segunda opinión. Puede que usted no esté tan enfermo como cree. Y si así fuera, al menos espere a que otro par de ojos lo confirmen.

Mario López Sánchez

Psicólogo

Contacto:

Tlf: 633 322 559

Email: psicologoext@gmail.com

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