Weltschmerz: El dolor del pensador profundo

Melancolía, desánimo, tormenta emocional, un siniestro sinsentido social al que nos arrastra la injusticia, la extrañeza del mundo que nos rodea en contraposición a lo que habíamos esperado. Los alemanes denominan a este sensación como Weltschmerz (Welt – mundo , Schmerz – dolor). Este concepto está profundamente relacionado con una sentimiento de desilusión y melancolía ante la imperfección del mundo y la imposibilidad de que nuestras aspiraciones se cumplan completamente. En el contexto literario y filosófico alemán, el término fue popularizado durante el Romanticismo, cuando los poetas y filósofos expresaban un sentimiento de pérdida, alienación y anhelo por algo que parecía inalcanzable.

Es una forma de «dolor existencial» o «tristeza cósmica» que puede surgir cuando alguien siente que el sufrimiento o los males del mundo pesan demasiado, o que sus sueños y la realidad están en conflicto permanente.

Actualmente vivimos tiempos complejos, una especie de distopía dónde no es fácil encontrar tu lugar. La máxima productividad prima ante cualquier otro valor humano, y nos sume en una rutina banal, con apenas unos pocos placeres inmediatos y materiales de contenido frívolo, pero de fácil adquisición. No es por tanto extraño que las personas atrapadas en una permanente frustración, acosadas por una profunda crisis existencial, llenen las consultas de psicoterapia. Buscan un diagnóstico que explique su malestar, un nombre clínico que de sentido médico a lo que les pasa, y por lo tanto pueda resolverse con un tratamiento convencional basado en la farmacología, o en mecánicas estandarizadas de psicoterapia. Lamento deciros que no es tan sencillo. La sensación Weltschmerz requiere de enfoques creativos adaptados a las circunstancias sociales y la relación única con el individuo. Y lo más paradójico es que esos «nuevos enfoques» se nutren de viejos conocimientos de los que muchas facultades de psicología reniegan: Psicoanálisis y Humanismo.

Vacío y contradicción. Ese es el estado permanente de millones de seres humanos en las sociedades occidentales ¿Os suena? Claro que sí.

«Veo que piensas más de lo que puedes expresar. Así pues te darás cuenta también de que nunca has vivido completamenete lo que piensas; y eso no es bueno. Solo el pensamiento vivido tiene valor».

Demian

El contexto actual nos expone a multitud de estímulos difíciles de digerir. No solo es la frustración de nuestra propia vivencia fútil, sino que nos vemos rodeados de violencia, crisis, cambios dramáticos y bruscos, enfermedades emergentes… Es entonces cuando se disparan los pensamientos profundos sobre como deberían ser las cosas y lo que no son…ni serán…

Durante décadas, es posible que hayamos diseñado en nuestra mente la imagen de un mundo ideal; lo que íbamos a hacer al terminar nuestra carrera, en que casa viviríamos, las ciudades que visitaríamos, como sería nuestra pareja, si tendríamos hijos y lo maravilloso que todo eso sería…Pero entonces nos golpea la realidad, y esa imagen idílica se desvanece entre los dedos, y desaparece en la inmensidad de la arena de una playa en invierno.

Según el concepto Weltschmerz, el propio planeta se interroga así mismo sobre el tipo de humanidad que alberga. De alguna forma se le otorga conciencia a la tierra que nos da cobijo, que insistentemente se replantea si debería o no seguir tolerando la conducta de los seres que discurren sobre su superficie, entre ellos _y el ser más controvertido_ la humanidad.

¿Quién no ha pensado alguna vez en dejarlo todo y recorrer el mundo, o sencillamente perderse en un destino de incertidumbre? Pero no seamos ingenuos. No todas las personas pueden permitirse, o se atreven a emprender semejantes proyectos existenciales. Al final caen en la cotidianidad y la sobrellevan como pueden; a veces bebiendo más de la cuenta, otras pegados a la pantalla de su pc mirando compulsivamente pornografía, o jugando en una sala de apuestas, con la bana esperanza de que su vida se transforme a través de unas ganancias imposibles…La rutina asfixia, sobre todo cuando las aspiraciones han quedado enterradas bajo un enorme bloque de hormigón. «Tengo una hipoteca que pagar, me da miedo que pasará si me despiden, siento ansiedad ante eso que puedan pensar de mí si tomo esta u otra decisión…»

La sensación Weltschmerz puede generar un agotamiento emocional de consecuencias catastróficas. El resultado de la crisis social y económica está exacerbando la presencia de este fenómeno. Son demasiados desafíos a los que enfrentarse, y el «yo» se bloquea en un mar de dudas. Ante este horizonte extraño se abre el conflicto entre los valores y la incapacidad percibida de no poder cambiar nada de lo que nos rodea. Entonces aparece la disonancia cognitiva entre las obligaciones percibidas y la necesidad espiritual. «¿Qué puedo hacer?».

“Para saber lo que vale nuestra vida, no está de más arriesgarla de vez en cuando”

Jean Paul Sartre

Actuar sobre este fenómeno psicológico requiere, ante todo, tomar consciencia de que se corresponde con una fenómeno relacionado con los cambios sociales. No puedes frenar las variables que detonan la sensación: la globalización, la digitalización, las migraciones de masas, el cambio climático. Eso va a seguir ocurriendo hagas lo que hagas. No está bajo tu control. Pero obviamente eso no es todo. ¿Esta vida, que es mía, que he construido, ya sea con decisiones propias, o través de una marea que me ha arrastrado hasta aquí, es lo que quiero? ¿Podría asumirla como mi último destino? Está bien que te hagas esas preguntas. Pero hay una aún más importante. Y no se trata de la típica pregunta de ¿realmente puedo hacer esto que necesito y que aún no he experimentado? No, esa pregunta es absurda, y de ella se aprovechan multitud de cantamañanas que te hablan del poder de la voluntad, y de como una conducta firme ante un objetivo te llevará invariablemente hasta él. MENTIRAS!!! A veces no eres tú, sino las circunstancias las que impiden que se materialicen los sueños. Así pues, la pregunta sería ¿Qué estoy dispuesto a arriesgar y hasta dónde estoy dispuesto a sufrir para intentar alcanzar esa meta? Y ojo, digo intentar. No hay garantías.

«Si poseemos nuestro por qué de la vida, podemos soportar casi cualquier cómo»

Friedrich Nietzsche

Los objetivos vitales se cumplen o no, pueden cambiar con el tiempo y jamás debes diseñarlos a través de la mera imitación de otras personas que consideras exitosas. Tus objetivos vitales deben ser tuyos, exclusivos, basados en una necesidad particular alejada de presiones o estereotipos sociales que pudieran interferir con tu individualidad. Al final, lo que realmente importará no será su consecución, sino el haber sido capaz de perseguirlos con honor, disciplina y decencia, hacer de tu vida una lucha épica, dónde el verdadero objetivo es construirse así mismo.

Es fundamental entender que para llevar a cabo cambios estructurales en tu manera de sentir el mundo que te rodea debes hacerlo acompañado. Somos un ser social, y por tanto nuestra necesidad de validación es intrínseca a nuestra naturaleza primigenia. Es un error pensar que podemos aislarlos de todo y de todos. Ahora bien, en ese proceso de búsqueda de iguales debes centrarte en personas que sientan y aprecien el mundo de una manera muy similar a como tú lo haces. Si pretendes forzar un proceso de validación a través de la fusión con personas diametralmente opuestas a tu manera de sentir, solo encontrarás frustración, depresión y destrucción de autoestima.

Mantenerse activo también es fundamental. La lucha continua. Es un proceso. Habrá momentos oscuros. Pero siempre acaba brillando el Sol. No desesperes más de lo necesario.

«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un instante».

Oscar Wilde

Lo dicho; al menos haz de tu vida, de tu lucha, de tu sufrimiento, una historia épica de superación.

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