Más sobre el dolor emocional y su utilidad social…
Obligarnos a ser felices:
El neoliberalismo camina hacia un mundo de autómatas consumidores sonrientes sin capacidad autocrítica. La estratega para conseguirlo es la negación del sufrimiento. Y eso se promociona incluso a través de los sistemas sanitarios. Se pretende un concepto de salud que según la OMS debe definirse como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por otro lado se especifica la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Así, todo lo que no sea ausencia de dolor físico o emocional NO ES SALUD. Incluso aquel generado por la propia rebelión del individuo hacia los dogmas sociales establecidos o hacia su propia frustración por desadaptación contextual.
Es posible que en primera instancia la población ignore las consecuencias de la implantación de este rígido paradigma, que vendría a decirnos que para el correcto desarrollo evolutivo del ser, tanto a nivel fisiológico como mental, la aversión y sus correlatos perceptivos no son importantes. De hecho, deben ser evitados en todas sus formas.
Sin embargo, lo cierto es que el dolor, ya sea en su vertiente física o cognitiva, es una condición fundamental para la conservación de la salud y del bienestar. Si crecemos en un mundo donde se elimina la sensación de malestar de manera sistematizada, será imposible que el organismo aprenda que es y que no es bueno para él, será incapaz de definirse emocionalmente porque ignorará las advertencias de su propia psique al respecto de los contextos y situaciones que atentan sobre su “yo”… En definitiva, aprenderá a evitar todo aquello que genere la más mínima desestabilización orgánica y emocional, contribuyendo sin saberlo al colapso de un sistema que aprende por homeostasis, definido como un conjunto de fenómenos de autorregulación, conducentes al mantenimiento de una relativa constancia en la composición y las propiedades del medio interno.
El dolor emocional es tan necesario como el dolor físico. Es extraordinariamente peligroso negar su utilidad adaptativa hasta el punto de querer extraerlo de la ecuación. Por eso, la intervención psicológica que se centra en la eliminación de la sintomatología, históricamente reconocida como clínica, debe ser evitada en la mayor parte de las situaciones que generan malestar emocional. La correcta intervención se define desde un prisma psicosocial y educativo, donde el contexto y las reacciones del individuo se integren de manera armoniosa, sin necesidad de convertirlas en trastornos, sino en funciones originadas bajo información incompleta o inadecuada.
Mario López Sánchez
Psicólogo